Ya he perdido la cuenta de
cuántas veces he visto y escuchado “La seva padrona”. Ella lleva el cariño
especial que se tiene siempre con las primeras incursiones en algún campo que
será afín con el tiempo, como el primer libro leído o la película vista mil
veces durante la infancia. Aunque más tarde pensemos que (y nuestras opiniones objetivas
lo confirmen) no eran creaciones logradas en grado sumo, siempre conservarán
ese encanto que nos provocó la vez primera y, seguramente, la volveríamos a leer
o ver, porque es aquello con lo que crecimos, nos formamos y, acaso por eso,
llegamos a ser lo que ahora somos.
La primera vez que pude ver
ópera fue en mi ciudad natal, gracias a la orquesta de cámara Calíope, que tuvo
a bien representar “La serva padrona” de Giovanni Battista Pergolesi en un
teatro local. Por simple curiosidad (en ese momento, no sabía bien qué era ‘ópera’
y apenas dos asistencias funciones de teatro había en mi palmarés cultural, por
llamarlo de algún modo), asistí, específicamente para escuchar el “Stizzoso,
mio stizzoso!”, en ese entonces mi canción favorita en la voz de Sonya Yoncheva.
Aún guardo aquellos boletos donde citaban para un domingo a las siete de la
noche. Si bien aquel día, por causas ajenas a mí, no logré acabar de ver la
función dirigida por la valiente y talentosa Zoila Vega Salvatierra, dos años
después pude completar la ópera completa gracias a que la difundieron por
internet. Esto, como es obvio, me llevó a otras representaciones, que ya no
veía en vivo, sino en pantalla (pues mi ciudad no es precisamente cuna de
espectáculos de este tipo, ni tampoco es una necesidad; aunque tengo noticias
de que “Die Zauberflöte” también se representó aquí hace ya casi una década).
“La serva padrona” es una ópera del
compositor italiano Giovanni Battista Pergolesi, que, para aquella época en que
la vi por vez primera, tuvo una decente y elegante representación. Lleno total,
una “obertura” curiosa y bellas melodías fueron los ingredientes de aquella
inolvidable noche. Si bien esa representación palidezca ante otras con mayor
presupuesto, siempre quedará en mi memoria por ser la iniciadora de lo que
podría llamarse un gusto musical que no he podido desarrollar del todo.
Pergolesi, llamado el “Mozart
italiano”, murió a los 26 años, por lo que no pudo dejar una extensa obra. Sin
embargo, la ópera bufa “La serva padrona” goza de melodía y gran guion. Desde
entonces, si bien no tiene una posición importante en el registro de óperas
continuamente llevadas a escena a nivel mundial, la calidad del compositor
italiano llega a nosotros a través de nuevos actores y voces, a la altura
(quizá más) de un Cimarosa.
La hermosa Sonya Yoncheva como "Serpina". |
La trama es simple pero de gran
encanto: el viejo solterón Uberto quiere salir a dar un paseo pero su criada,
Serpina, se lo impide; en medio de esta diferencia de opiniones, ambos se darán
cuenta (debido a una agudísima Serpina) de que se aman y que se deben casar;
por lo que hacia el final de la trama, se declaran el amor que mutuamente han
intentado ocultar.
Desde aquel 28 de agosto de 1733
en que se estrenó, innumerables Serpinas y Ubertos han desfilado por las
tablas, unas con mejores interpretaciones, otras con menos suerte y
presupuesto.
Una de las mejores representaciones
es la realizada por Sonya Yoncheva como Serpina y Furio Zanasi como Uberto,
bajo la dirección de Mando Bernardinello en 2008. En esta representación se
incluye (además de Uberto, Serpina y Vespone) a Tafano, posiblemente solo para que,
junto a Vespone (ambos, personajes mudos), parodie la canción final.
Furio Zanasi interpreta a "Uberto". |
La melodía apropiada para cada
ocasión se hace presente en esta trama que por el tema de la criada inteligente
que, al final, se casa con el patrón de la casa, seguramente a muchos no habrá
gustado en aquel tiempo (o quizá esa sea la causa de que aún hoy llegue a
nosotros).
Y es que a veces solo
necesitamos un pequeño empujón para dar ese paso ya cantado pero no aceptado.
Así, Uberto admite el amor que le tiene a Serpina solo cuando desesperadamente
esta se lo solicita. Y con la complicidad del mudo Vespone, ella logra que su
patrón se cuestione si el amor que siente por ella es, simplemente, de
padre-hija u hombre-mujer.
La soprano búlgara muestra todo
su arte de cantante lírica en las composiciones “Stizzoso, mio stizzoso!” y “A
Serpina penserete”; además de los duetos con Uberto (“Lo conosco”), quien tiene
una antologable “Son imbrogliato io gia”. Todas estas piezas musicales son únicas
en sus voces.
Señoras y señores, así debe ser
una ópera bufa, exagerando la actuación; después de todo, es comedia, no lo
olviden. Se necesita mucha preparación y ensayo, por supuesto. Pero se pude
alcanzar. Por eso, esta obra es digna de aplauso y sobrevivirá todavía muchos
años a su autor, a quien tristemente no se le terminó de reconocer el talento musical
que poseía cuando aún estaba con vida.
Este texto fue publicado como columna de opinión en el "VP Semanario", la semana del 3 al 9 de julio de 2017. |
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