martes, 25 de julio de 2017

La trama es simple pero de gran encanto

Ya he perdido la cuenta de cuántas veces he visto y escuchado “La seva padrona”. Ella lleva el cariño especial que se tiene siempre con las primeras incursiones en algún campo que será afín con el tiempo, como el primer libro leído o la película vista mil veces durante la infancia. Aunque más tarde pensemos que (y nuestras opiniones objetivas lo confirmen) no eran creaciones logradas en grado sumo, siempre conservarán ese encanto que nos provocó la vez primera y, seguramente, la volveríamos a leer o ver, porque es aquello con lo que crecimos, nos formamos y, acaso por eso, llegamos a ser lo que ahora somos.
La primera vez que pude ver ópera fue en mi ciudad natal, gracias a la orquesta de cámara Calíope, que tuvo a bien representar “La serva padrona” de Giovanni Battista Pergolesi en un teatro local. Por simple curiosidad (en ese momento, no sabía bien qué era ‘ópera’ y apenas dos asistencias funciones de teatro había en mi palmarés cultural, por llamarlo de algún modo), asistí, específicamente para escuchar el “Stizzoso, mio stizzoso!”, en ese entonces mi canción favorita en la voz de Sonya Yoncheva. Aún guardo aquellos boletos donde citaban para un domingo a las siete de la noche. Si bien aquel día, por causas ajenas a mí, no logré acabar de ver la función dirigida por la valiente y talentosa Zoila Vega Salvatierra, dos años después pude completar la ópera completa gracias a que la difundieron por internet. Esto, como es obvio, me llevó a otras representaciones, que ya no veía en vivo, sino en pantalla (pues mi ciudad no es precisamente cuna de espectáculos de este tipo, ni tampoco es una necesidad; aunque tengo noticias de que “Die Zauberflöte” también se representó aquí hace ya casi una década).
“La serva padrona” es una ópera del compositor italiano Giovanni Battista Pergolesi, que, para aquella época en que la vi por vez primera, tuvo una decente y elegante representación. Lleno total, una “obertura” curiosa y bellas melodías fueron los ingredientes de aquella inolvidable noche. Si bien esa representación palidezca ante otras con mayor presupuesto, siempre quedará en mi memoria por ser la iniciadora de lo que podría llamarse un gusto musical que no he podido desarrollar del todo.
Pergolesi, llamado el “Mozart italiano”, murió a los 26 años, por lo que no pudo dejar una extensa obra. Sin embargo, la ópera bufa “La serva padrona” goza de melodía y gran guion. Desde entonces, si bien no tiene una posición importante en el registro de óperas continuamente llevadas a escena a nivel mundial, la calidad del compositor italiano llega a nosotros a través de nuevos actores y voces, a la altura (quizá más) de un Cimarosa.
La hermosa Sonya Yoncheva como "Serpina".
La trama es simple pero de gran encanto: el viejo solterón Uberto quiere salir a dar un paseo pero su criada, Serpina, se lo impide; en medio de esta diferencia de opiniones, ambos se darán cuenta (debido a una agudísima Serpina) de que se aman y que se deben casar; por lo que hacia el final de la trama, se declaran el amor que mutuamente han intentado ocultar.
Desde aquel 28 de agosto de 1733 en que se estrenó, innumerables Serpinas y Ubertos han desfilado por las tablas, unas con mejores interpretaciones, otras con menos suerte y presupuesto.
Una de las mejores representaciones es la realizada por Sonya Yoncheva como Serpina y Furio Zanasi como Uberto, bajo la dirección de Mando Bernardinello en 2008. En esta representación se incluye (además de Uberto, Serpina y Vespone) a Tafano, posiblemente solo para que, junto a Vespone (ambos, personajes mudos), parodie la canción final.
Furio Zanasi interpreta a "Uberto".

La melodía apropiada para cada ocasión se hace presente en esta trama que por el tema de la criada inteligente que, al final, se casa con el patrón de la casa, seguramente a muchos no habrá gustado en aquel tiempo (o quizá esa sea la causa de que aún hoy llegue a nosotros).
Y es que a veces solo necesitamos un pequeño empujón para dar ese paso ya cantado pero no aceptado. Así, Uberto admite el amor que le tiene a Serpina solo cuando desesperadamente esta se lo solicita. Y con la complicidad del mudo Vespone, ella logra que su patrón se cuestione si el amor que siente por ella es, simplemente, de padre-hija u hombre-mujer.
La soprano búlgara muestra todo su arte de cantante lírica en las composiciones “Stizzoso, mio stizzoso!” y “A Serpina penserete”; además de los duetos con Uberto (“Lo conosco”), quien tiene una antologable “Son imbrogliato io gia”. Todas estas piezas musicales son únicas en sus voces.

Señoras y señores, así debe ser una ópera bufa, exagerando la actuación; después de todo, es comedia, no lo olviden. Se necesita mucha preparación y ensayo, por supuesto. Pero se pude alcanzar. Por eso, esta obra es digna de aplauso y sobrevivirá todavía muchos años a su autor, a quien tristemente no se le terminó de reconocer el talento musical que poseía cuando aún estaba con vida. 

Este texto fue publicado como columna de opinión en el "VP Semanario", la semana del 3 al 9 de julio de 2017.

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